Misterio y Melancolía de una Calle
Giorgio
de Chirico [1914] Óleo sobre Lienzo
Un
profundo silencio domina el escenario que nos presenta Giorgio de Chirico.
Creemos oír los pasos leves de una muchachita que se dirige a la plaza entre
las arcadas impulsando un aro.
Absorta
en su juego da la impresión de no advertir el irrespirable ambiente y los
signos amenazadores que la envuelven. ¿Qué significa el carromato de circo
abierto como una trampa? ¿A quién pertenece la sombra que cae sobre la plaza
delante de ella? ¿Quién se oculta en la oscuridad de las interminables arcadas?
“Entre
1913 y 1917, Giorgio de Chirico se opondrá valerosamente a la esclavización de
la percepción externa, aceptada por la totalidad de los artistas de su tiempo,
incluidos los innovadores en el plano formal como Matisse y Picasso. Educado en
los presocráticos y en Nietzsche, su espíritu rechazará todas las llamadas que
no procedan de la vida secreta de las cosas[…]Este tipo de pintura, que de los
fenómenos exteriores sólo retiene lo que agita el misterio o posibilita la
aparición de un presentimiento, unirá de forma inseparable el arte adivinatorio
con el arte propiamente dicho. Tiene la significación de una iniciación y actúa
a través de la conmoción” Esta caracterización, formulada por André Bretón en
El Arte Mágico en 1957, corresponde a la obra de De Chirico en el período en
que pintó Misterio y melancolía de una calle y, además ilustrar sobre su
singular y sumaria manera de pintar, que lo llevó a renunciar a todos los
detalles y a toda clase de ilusionismo, ofrece una explicación de la
utilización de formas, objetos y edificios, que son siempre los mismos.
De
Chirico pinta sentimientos, estados de ánimo profundos y dominantes,
provocados, entre otras cosas, por las lecturas intensas de Nietzsche que llevó
a cabo entre 1910 y 1911.Tanto los títulos de sus cuadros, invariablemente
centrados en los conceptos de melancolía, misterio, sueño y meditación, como su
repertorio formal parecen intercambiables, pues no remiten a una situación real,
sino que el sirven de requisitos para construir un espacio imaginario en el que
el espectador se encuentra consigo mismo.
En
opinión de Bretón, el espectador descubre aquí las ideas que tanto tiempo
mantuvo ocultas y, a través del shock del reconocimiento, tropieza con imágenes
y sueños sepultados en el subconsciente. En este sentido, el cuadro de la
muchachita que recorre las solitarias calles de la ciudad abandonada resulta
especialmente significativo desde el punto de vista de la relación retrospectiva
con las vivencias infantiles. No obstante, en la mayor parte de sus obras, De
Chirico sustituye esta figura específica por símbolos generales.
Las
múltiples plazas y calles dedicadas a la melancolía y al misterio, estructurada
mediante sombras profundas y rodeadas por arcadas, están vacías de figuras
humanas e inquietantemente “animadas” por estatuas, entre las que aparece con
especial frecuencia la escultura femenina arcaizante relacionada con una
clásica Ariadna durmiente de Roma. En 1912 representaba la Melancolía
en un cuadro del mismo título. De mármol y reliquia de una época muy anterior,
la escultura resulta más humana y familiar que las interminablemente repetidas,
frías y sombrías arcadas que la rodean.
“La obra de arte no puede tener ni sentido común ni lógica, y en este sentido está muy próxima a los sueños y al espíritu infantil.”
Giorgio de Chirico
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