ENTREVISTA
| Jacqueline Rose
“Soy feminista, pero una feminista interesada
en el psicoanálisis porque creo que una de sus tareas es hablar de la
complejidad del alma humana”
La académica Jacqueline Rose analiza a través
del psicoanálisis, la literatura y la política todas las crueldades inherentes
a la maternidad en Madres: un ensayo sobre la crueldad y el amor.
Todo lo que soy o lo que espero ser se lo debo a la angelical
solicitud de mi madre", dijo Abraham Lincoln en una de sus famosas
proclamas. Donde la mayoría ve una muestra de gratitud hacia su progenitora y
una bonita frase para estampar en una tarjeta de regalo, Jacqueline Rose
(Londres, 1949) percibe una losa que cae sobre todas las madres occidentales
del mundo.
La académica británica y columnista de The Guardian publica Madres: un ensayo sobre la crueldad y el amor para
enseñarnos la enorme exigencia que escondían las palabras de Lincoln y de
tantos otros a lo largo de la historia. "La maternidad es el último chivo
expiatorio de nuestros fracasos personales y políticos, de lo que está mal en
el mundo y que las madres tienen por tarea enmendar. Una tarea, como es
natural, irrealizable", escribe en el prólogo.
Rose no insinúa que el presidente
norteamericano culpara a su madre de la Guerra de Secesión, sino que ese
reflejo de la madre como el pilar incondicional de nuestros anhelos la sitúa,
por ende, como la culpable colateral de nuestros fracasos.
La tesis de Madres es
subversiva, compleja y tremendista, pero no hay ni un ápice de victimismo en
sus explicaciones. Rose se basa en diversas teorías del psicoanálisis, en
autoras feministas y en referencias políticas, culturales y sociales para tejer
un texto académico con el sufrimiento de la madre como núcleo central.
"Soy feminista, pero una feminista
interesada en el psicoanálisis porque creo que una de sus tareas es hablar de
la complejidad del alma humana y de la enorme gama de emociones que
tenemos", dice la autora mientras pide un zumo de naranja en una terraza de
Madrid.
Asegura que es la primera vez que ha sido
capaz de resumir las intenciones de un ensayo (tiene más de diez publicados) en
la contraportada. Para empezar, porque es madre de una joven adoptada de origen
chino, pero sobre todo porque, como todo individuo de la raza humana, tiene una
madre."He escrito el libro como la hija blanca de una madre de clase
media-alta en la Gran Bretaña de posguerra, alguien cuya vida queda muy lejos
de las madres negras empobrecidas de Ciudad del Cabo", dice asumiendo su
mirada sesgada. Aún así, Rose ha intentado dibujar una línea atravesando las
épocas históricas y los continentes para sustentar el hecho de que "las
madres siempre tienen licencia para sufrir todo tipo de crueldades".
Jacqueline Rose
¿Qué es una mala
madre?
El ensayo Madres podría ser
la piedra Rosetta de la revolución mediática y cultural de las "malas madres".La
película Bad Moms o el libro Madres arrepentidas muestran
la cara oculta del acto inmaculado de dar vida a otro ser humano. Inmaculado
para todos, menos para las propias madres.
El discurso en contra del glamour de
la maternidad se ha mantenido oculto hasta hace poco en los productos de masas.
Se permitía -aunque no demasiado- que la mujer exigiese recuperar su trabajo
después de dar a luz o -aún menos frecuente- que se declarase en contra de ser
madre. En cambio,"reconocer que tu hijo es importante, pero no lo único importante, te
sitúa automáticamente en el bando de las egoístas y de las malas madres".
Una etiqueta que, para Jacqueline Rose, pesa
más en el caso de las madres solteras. "A veces son idealizadas, pero casi
siempre son vistas como las dependientes sociales primigenias, las personas que
viven a costa del Estado y que se aprovechan de los presupuestos que generan
los ciudadanos que trabajan duro o las madres casadas", explica la
académica.
No es que las mujeres casadas estén exentas de
las etiquetas sociales, pues "han de sustentar todo el estereotipo de la
buena madre, la sacrificada, la asexual y la devota". Una imagen que se
recrudeció en la modernidad con lo que la socióloga feminista Angela McRobbie
llamó "la intensificación neoliberal de la maternidad", es decir,
"esas madres de clase media, siempre perfectas, principalmente blancas,
con trabajos perfectos, maridos perfectos y matrimonios perfectos y cuyo brillo
está destinado a hacer que todas las mujeres que no se ajusten a esa imagen se
sientan unas fracasadas totales", enumera Rose.
Pero sobre todas ellas, las casadas y las
solteras, se cierne un prejuicio aún mayor que Rose descubrió a medida que
avanzaba en el libro. "Lo único que una madre no tiene permitido ser, bajo
ningún concepto, es un sujeto sexual", dice alarmada. Por eso,
ejemplifica, siempre se ha ignorado el hecho de que Cleopatra tuviera cuatro
hijos para mantener su aura histórica de objeto de deseo sexual.
"En los 80, una feminista francesa me
contó que su pareja le dijo una vez que era la primera persona que podía
considerar a la vez madre y amante. Como si fuera el mayor de los halagos, le
tranquilizó porque la seguía deseando tras dar a luz", cuenta la escritora
a modo de ejemplo. Una idea errónea pero extendida de que los primeros años de
maternidad anulan por completo el deseo sexual de una mujer y en la que
"los cuidados maternales vendrían a ser la purificación de los pecados
anteriores de la madre".
La explotación del cuerpo materno
Jacqueline Rose admite que Madres "es
un lamento, pero también una celebración. Una celebración de todas las mujeres
que han escrito sobre la maternidad de forma subversiva e interesante".
Adrienne Rich, Edith Wharton, Simone de Beauvoir, Sylvia Plath o Elena Ferrante
le ofrecieron un "diagnóstico profundo y desgarrador" acerca
de las distorsiones de la maternidad en las sociedades patriarcales.
Todas estas mujeres vivieron la máxima
idealización de la maternidad en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial,
"cuando la exigencia política de ser madres para reparar las pérdidas de
una nación nunca había sido tan intensa", añade la ensayista. No solo
debían crear un ambiente seguro para sus bebés y atender a sus necesidades,
sino que se les exigía reparar los daños del mundo a un nivel mucho más amplio.
"Casi nadie hace referencia al legado que
recibieron y que, a buen seguro, fue clave en el desquiciamiento de todas
ellas. Nadie le explicó a esta generación de amas de casa y madres que no debían
sentirse culpables de una guerra cuyo rescoldo no iba a desaparecer por muy
reluciente que mantuviesen el hogar donde habían sentado la cabeza",
reivindica Rose. Por eso, "no me sorprende que la segunda ola del
feminismo reaccionase de forma tan violenta contra el hecho de ser
madres".
La madre doliente de
Aronofsky
No por casualidad el binomio mujer-madre
sigue siendo un asunto incómodo para el feminismo. Los movimientos por el
derecho de la mujer están intentando sacar a debate términos polémicos el
"instinto maternal", el "amor maternal" o incluso las
alternativas a la lactancia y la crianza para aproximarse a un ideal de
maternidad feminista que, según Jacqueline Rose, aún queda lejos.
Lo único que subvierte la idea de la supermadre es
que ellas mismas se pronuncien, porque "cada vez que una madre habla de lo
indescriptible, arruina las expectativas sobre ella". Madres:
un ensayo sobre la crueldad y el amor les devuelve el derecho a coger
una maza, derribar su pedestal y errar con la conciencia tranquila.
"Porque las madres siempre fracasan, y es urgente dejar claro que ese
fracaso es normal, no una catástrofe".
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