Jirafa
en Llamas//Salvador Dalí
El famoso motivo del cuerpo humano
con cajones aparece varias veces en las obras dalinianas de 1936.El ejemplo más
provocativo es una copia de la Venus de
Milo, equipada por Salvador Dalí en las zonas del vientre, de los pechos,
de la cabeza y de las rodillas con cajones extraíbles de coquetas borlas de
piel. La síntesis de la belleza clásica, siempre admirada y citada en la
pintura europea desde la Edad Media hasta la época moderna, no sólo se reduce a
la condición de objeto en esta estatua clásica tan manipulada, sino que incluso
es radicalmente cuestionada. En este caso se trata menos de los problemas que
plantea el concepto de belleza transmitido por la Venus de Milo que de la tesis defendida por los surrealistas de que
el idealismo, el equilibrio y la armonía del cuerpo humano representados por la
estatua clásica reflejan una concepción resquebrajada.
Tras
su bella apariencia se oculta lo inesperado, lo desconcertante, lo angustiante,
idea visualizada en la imagen de los cajones que, supuestamente, facilitan el
acceso al interior del ser humano.
Lo
traumático de esta concepción se manifiesta en Jirafa en llamas cuadro
pintado por Dalí el mismo año que Venus
de Milo con cajones. El blanco clásico de la estatua se ha convertido en un
intenso azul fantasmagórico, el color de la noche que se extiende no sólo sobre
el cielo, sino también sobre las dos figuras femeninas que se mueven lentamente
como sonámbulas, con los ojos cerrados. Sus cuerpos escuálidos y huesudos,
impedidos por cajones, protuberancias naturales y muletas, tantean el camino
con suma dificultad. La equilibrada posición de la Venus de Milo ha dado
paso a un difícil número de equilibrio, al esforzado intento de alcanzar la
estabilidad sabiendo que soportan el peso del misterioso contenido de los
cajones. Las figuras se mantienen erguidas sólo gracias a sus muletas y quedan
ciegas a merced de una noche que, supuestamente, debe interpretarse como
alegoría; representa el “otro lado” de la persona, los ámbitos inconscientes de
su propio yo, a los que no puede acceder si no es capaz de controlar
racionalmente, a pesar de que condicionan su vida.
El
ser humano no sabe adónde va ni qué es lo que le impulsa. Vive en un mundo que
a él, que ha quedado fuera de la naturaleza, se le ha vuelto extraño. La jirafa
en llamas podría concebirse como un símbolo del absurdo de la existencia humana
en el mundo moderno. ”En oposición al ser humano-escribe Wieland Schmied en
Salvador Dalí .El Enigma del deseo.-el animal es todavía naturaleza en orden.
Su esencia animal parece indestructible. La jirafa, que sencillamente se quema,
está aliada con los elementos. Puede entregarse a las llamas sin pensar, sin
pasión, sin perecer en ellas. El reino de la naturaleza, de los minerales, de
los elementos es duradero y el animal forma parte del mismo. El ser humano por
el contrario, está sometido al tiempo, al envejecimiento, a la fugacidad,
elementos que han perfilado repetidamente a la sonámbula de nuestro cuadro en los rasgos de la cara, en las
manos, en los movimientos.”
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