Entrevistadora: Desde la publicación de su conocido Psicoanálisis y Feminismo, hay quienes la han considerado como una psicoanalista feminista, pero recientemente usted ha insistido en señalar que es una psicoanalista y una feminista. ¿Puede aclararnos esta distinción?
JM: El psicoanálisis
es un “conocimiento”; el feminismo es una política. Usted no diría que es una
paciente/analizante feminista; diría que es una feminista y una paciente. El
aspecto más importante de la contribución de la analista al trabajo clínico es
que ella fue, y para ella misma aún es, una paciente. Es esto lo que usa en una
forma difícil y entrenada para ayudarla a contribuir al conocimiento. La gente
muy fácilmente olvida este aspecto crucial del trabajo.
Entrevistadora: En
una línea similar, y desde la publicación del citado libro, ¿cómo ha
evolucionado su reflexión en torno a la relación entre el psicoanálisis y el
feminismo?
JM: Ha evolucionado
en dos frentes: el académico y el clínico. Los dos se mantienen básicamente
distintos porque su material es diferente. Discutir un caso clínico escrito no
es lo mismo que luchar junto con el paciente para entender a ese mismo
paciente.
Entrevistadora: Una pregunta
específica sobre Lacan. Aunque en Psicoanálisis y Feminismo él
no es un autor central, en su prólogo a Feminine Sexuality le
da valor a la lectura lacaniana del complejo freudiano de castración y
considera que este complejo, en efecto, produce algo fundamental de la
diferencia sexual. ¿Cuál es su opinión actual en relación al potencial
subversivo del psicoanálisis lacaniano? ¿Cree aún que Lacan puede ayudarnos a
reflexionar críticamente sobre los problemas contemporáneos en la lucha y
teoría feminista?
JM: Lacan (no muy
bien comprendido), es solo secundario a Freud en Psicoanálisis y Feminismo. Sigue siendo muy importante
gracias al énfasis en el complejo de castración y por ende en la
internalización del “segundo sexo”. Mi propio trabajo en curso sobre la
cuestión de los hermanos y el eje social y horizontal privilegia
controversialmente un complejo fundacional previo al complejo de castración, de
forma que aquí yo usaría a Lacan a propósito de la psicosis, pero más a Bion,
Winnicott y analistas grupales como Rene Kaes.
Entrevistadora: Desde muy
temprano, en su obra se puede encontrar la idea de una “ley de la madre”,
opuesta a la ley paterna representada por el Complejo de Edipo, una alternativa
que usted llama “complejo partenogénico” y que explica de diversas maneras a lo
largo de su obra: como la inversión del complejo de castración, como la
prohibición de tener un hijo individualmente, como la prohibición de matar a un
hermano, etc. ¿Podría contarnos cómo esta noción ha emergido a partir de su
práctica y reflexión psicoanalítica?
JM: Usemos “ley de la
madre”: esta idea me llegó en primer lugar tras muchos años de luchar para
entender la histeria masculina. ¿Por qué y cuál era el trauma al que siempre se
apelaba para explicarla? De repente vi lo que luego llamé “el trauma del
hermano”. El trabajo despegó desde ahí y todavía se desarrolla rápidamente.
Todo esto pertenece al resultado del trauma del hermano: deseos de tener una
relación amorosa que podría convertirse en incesto y simultáneamente deseos de
deshacerse de la manera en que él nos ha reemplazado, asesinato. Estos deseos
entre los niños son prohibidos por la madre. Sucede con el complejo de Edipo y
con el complejo de castración en el eje vertical, pero de modo diferente en el
horizontal. La prohibición del incesto y del asesinato son los fundamentos del
pensamiento inconsciente humano.
Entrevistadora: Una de las
demandas feministas principales, especialmente en el tiempo reciente, ha sido
la despenalización del aborto. Ya en su primer
libro, Woman’s Estate (1971), indica que cuando se trata
del aborto, e incluso en los países con las leyes más avanzadas, las mujeres
deben justificarse, justificación que usted define como “auto-denigración”.
Esto está aún presente en el debate, donde la perspectiva de las mujeres es en
gran medida olvidada. ¿Cómo cree que las mujeres pueden encontrar una forma de
escapar a esta auto-denigración?
JM: Aún argumentaría
como lo hice hace 50 años: El imperativo de que las mujeres puedan elegir y
recibir las mejores condiciones para esta elección, es la razón que hace de esa
cuestión algo tan serio. Un aborto es un asunto profundamente serio, una
decisión con respecto a la cual no podemos permitir que la oposición crea que
son ellos quienes están tomando la vida seriamente. Aquellos que desean que las
mujeres decidan son los que saben hasta dónde llega la seriedad de esa
decisión.
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