domingo, 25 de noviembre de 2012

La necesidad de la ilusión


Pese a que en ella interviene algún tipo de engaño, no se puede concebir la vida sin ilusión. Una experiencia que, como dice el autor, lejos de delatar nuestra estupidez, nos ayuda a conllevar la precariedad de la existencia.

POR Enrique Lynch
No hay manera de comprender por qué incurrimos en alguna forma de ilusión si no damos por sentado que la estupidez no es un pensamiento mal encarado o defectuoso o erróneo sino una manera de razonar, tan válida y fructífera como cualquier otra. En la experiencia de la ilusión siempre está involucrado el engaño y éste se suele producir, cuando no es deliberado, o por inocencia o por credulidad, respuestas humanas que están separadas entre sí por unos matices de significado muy poco relevantes.

La inocencia es la forma activa de la estupidez y la credulidad, por otra parte, es la misma estupidez pero en su versión pasiva. El inocente es un individuo que suele caer con facilidad en la ilusión por la simple razón de que encuentra gozoso sentirse ilusionado. Vive permanentemente en pos de una ilusión y se diría que en ella casi cifra, a cualquier precio, la felicidad propia. A diferencia del inocente, el crédulo es un individuo totalmente incapaz de reconocerse proclive a la ilusión y, por lo tanto, no imagina la eventualidad del error. Todos los crédulos son un poco inocentes, pero no todos los inocentes son crédulos. Por ejemplo, en El idiota de Dostoievsky, la inocencia del Príncipe Mishkin no lo hace más crédulo o sensible a la ilusión sino, al contrario, parece incluso más lúcido porque, si bien no detecta finalidad o intención segunda en la conducta de los demás, logra comprenderla al pie de la letra. Mishkin responde siempre literalmente a una situación, por mucho que ésta se deba a alguna mezquindad o miseria ajena. La espontaneidad de su conducta se presenta a los ojos de los demás como una especie de idiotez angélica, propia de un individuo que va por la vida a remolque de lo que ve y escucha y como arrastrado por las circunstancias y a merced de ellas. Mishkin es uno que no se posee a sí mismo, o sea, es un idiota consumado. Pero al mismo tiempo se muestra como un ser excepcional puesto que es justamente su inocencia, su absoluta indefensión frente a la ilusión, lo que, a la postre, desarma las iniquidades de sus semejantes al tiempo que muestra que también las bajas y las pequeñas pasiones de los demás son estupideces nacidas de alguna forma de ilusión.

Una versión del iluso Mishkin muy a tono con nuestra época de variadas perplejidades se traza en la figura de Mr. Chance, el jardinero estúpido que por azar se convierte en presidente de los EE.UU. en la novela de Jerzy Kosinsky, Bienvenido Mr. Chance (también conocida como Desde el jardín). Merece la pena detenerse en este personaje que, con toda seguridad, parodia a Ronald Reagan, mejor dicho, es el retrato sesgado –no muy justo, por cierto– que desde las filas de la izquierda norteamericana se quería dar del carismático Reagan. Mr. Chance, como todos los débiles mentales, habla con frases inconexas y balbuceos por la simple razón de que no sabe qué contestar; pero sus respuestas son interpretadas como parábolas declamadas por un iluminado que bien podría servir como estadista, un presidente profético, e inmediatamente instrumentadas por los medios masivos de comunicación para atrapar la conciencia de las masas, ilusionarlas y hacerlas afines a los intereses de las grandes corporaciones. La fórmula de Kosinsky es sencilla: consiste en la enésima denuncia de la manera en que los mecanismos de la ilusión manipulada sirven para colocar en las grandes responsabilidades políticas a personajes inicuos, bobos solemnes que ofician como títeres de los poderosos.

La ilusión, en estrecha relación con la credulidad, es el arma secreta de la religión. El Credo quia absurdum de los católicos, que propone la renuncia voluntaria al sentido común y a la autonomía racional como vía para alcanzar la fe, no es muy distinto, en esencia, de los fanatismos ideológicos o de aquella forma de enajenación que proponían los fascistas italianos cuando aconsejaban a sus militantes: “Non pensì, il Partito pensa per te!”También en este tipo de enajenación hay cierto goce cuyo fundamento último está en la humana inclinación por sentirse ilusionado por algo. En última instancia, la ilusión de que –por fin– no es preciso tener que pensar.

De todas formas el mayor estrago que causa la ilusión se produce cuando a la inocencia de uno se suma la credulidad del otro. Cuando estas dos conductas estúpidas se combinan tiene lugar una catástrofe, como ocurre en la estafa, en cualquiera de sus manifestaciones.

La combinación de la inocencia y la credulidad, ambas con relación a una ilusión compartida, es aún más devastadora en las relaciones amorosas, donde se configura como una especie de folie-à-deux . Evidente es que en este contexto hay un inmenso goce, como también es obvio que en el enamoramiento la seducción del otro –y el sentirse seducido por el otro– consuma la mayor de las ilusiones, aunque la experiencia universal pruebe que el estado beatífico del enamorado es necesariamente perecedero y volátil. Incurrimos en el amor desenfrenado sólo porque, en el mismo momento en que nos sentimos enamorados, olvidamos que esa beatitud será pasajera. El amor es el territorio natural de todas las ilusiones y la pasión que hace placentera la estupidez. Por consiguiente, no es tanto una enfermedad de la razón, como piensan los racionalistas, sino la prueba de la fragilidad de la razón frente a la ilusión.

Se cree que la ilusión es una experiencia espiritual, que está inspirada por ideas y se representa con imágenes, como los fantasmas y los espejismos, pero en la medida en que está firmemente arraigada en las necesidades del cuerpo está directamente relacionada con nuestra finitud. La precariedad de la existencia y la angustia consiguiente imponen que, para sobrellevarlas, tengamos que valernos de ficciones a las que, por fuerza, hemos de dar crédito. Sin la ilusión no habría apariencia sensible, no habría mundo –esta, tu piel, que me encanta, este paisaje tan querido, esa melodía que no quiero olvidar–, sin ilusión no habría nada. La vida en la ficción, ilusionados, es la única posible, la única que nos proporciona alivio frente a la certeza de la muerte y esa especie de revelación que es la mayor de todas las ilusiones: la ilusión del sentido.

Tomado de www.revistaenie.com

sábado, 24 de noviembre de 2012

Un Coney Island de la mente

En las grandes escenas de Goya nos parece que vemos
los pueblos del mundo
exactamente en el momento en que
por primera vez alcanzaron el título de “humanidad sufriente”
Se retuercen en la página
con una verdadera furia de adversidad
amontonados
gimiendo con bebés y bayonetas
bajo cielos de cemento
en un paisaje abstracto de palos secos
estatuas dobladas alas de murciélagos y picos
horcas resbalosas
cadáveres y gallos carnívoros
y todos los rugientes monstruos finales de la
“imaginación del desastre”
son tan sangrientamente reales
es como si todavía existieran realmente

y existen

sólo el paisaje ha cambiado

todavía están alineados en las carreteras
plagadas de legionarios
falsos molinos de viento y gallos dementes
son la misma gente
solo que más lejos del hogar
en autopistas de cincuenta carriles
en un continente concreto
intercalado de blandos anuncios
representando imbéciles ilusiones de felicidad

la escena tiene menos cureñas
pero más ciudadanos inválidos
en automóviles pintados
y llevan placas extrañas
y motores
que devoran Norteamerica.

YLLA            

Ray Bradbury

Tenían en el planeta Marte, a orillas de un mar seco, una casa de columnas de cristal, y todas las mañanas se podía ver a la señora K mientras comía la fruta dorada que brotaba de las paredes de cristal, o mientras limpiaba la casa con puñados de un polvo magnético que recogía la suciedad y luego se dispersaba en el viento cálido. A la tarde, cuando el mar fósil yacía inmóvil y tibio, y las viñas se erguían tiesamente en los patios, y en el distante y recogido pueblito marciano nadie salía a la calle, se podía ver al señor K en su cuarto, que leía un libro de metal con jeroglíficos en relieve, sobre los que pasaba suavemente la mano como quien toca el arpa. Y del libro, al contacto de los dedos, surgía un canto, una voz antigua y suave que hablaba del tiempo en que el mar bañaba las costas con vapores rojos y los hombres lanzaban al combate nubes de insectos metálicos y arañas eléctricas.

El señor K y su mujer vivían desde hacía ya veinte años a orillas del mar muerto, en la misma casa en que habían vivido sus antepasados, y que giraba y seguía el curso del sol, como una flor, desde hacía diez siglos.

El señor K y su mujer no eran viejos. Tenían la tez clara, un poco parda, de casi todos los marcianos; los ojos amarillos y rasgados, las voces suaves y musicales.

En otro tiempo habían pintado cuadros con fuego químico, habían nadado en los canales, cuando corría por ellos el licor verde de las viñas y habían hablado hasta el amanecer, bajo los azules retratos fosforescentes, en la sala de las conversaciones.

Ahora no eran felices.

Aquella mañana, la señora K, de pie entre las columnas, escuchaba el hervor de las arenas del desierto, que se fundían en una cera amarilla, y parecían fluir hacia el horizonte.

Algo iba a suceder.

La señora K esperaba.

Miraba el cielo azul de Marte, como si en cualquier momento pudiera encogerse, contraerse, y arrojar sobre la arena algo resplandeciente y maravilloso.

Nada ocurría.

Cansada de esperar, avanzó entre las húmedas columnas. Una lluvia suave brotaba de los acanalados capiteles, caía suavemente sobre ella y refrescaba el aire abrasador. En estos días calurosos, pasear entre las columnas era como pasear por un arroyo. Unos frescos hilos de agua brillaban sobre los pisos de la casa. A lo lejos oía a su marido que tocaba el libro, incesantemente, sin que los dedos se le cansaran jamás de las antiguas canciones. Y deseó en silencio que él volviera a abrazarla y a tocarla, como a una arpa pequeña, pasando tanto tiempo junto a ella como el que ahora dedicaba a sus increíbles libros.

Pero no. Meneó la cabeza y se encogió imperceptiblemente de hombros. Los párpados se le cerraron suavemente sobre los ojos amarillos. El matrimonio nos avejenta, nos hace rutinarios, pensó.

Se dejó caer en una silla, que se curvó para recibirla, y cerró fuerte y nerviosamente los ojos.

Y tuvo el sueño.

 

jueves, 22 de noviembre de 2012

Licensed To Ill”, es el primer álbum de Beastie Boys.

 

Carátula del  disco HOTSAUCECOMMITTEEEPARTTWO [2011]


Beastie Boys - "Hot Sauce Committee Pt. 2":

Para votar este postTodos los géneros cuentan con esa clase de artistas que rompen fronteras, siendo capaces de gustar incluso a quienes no son aficionados a dicho estilo. Nadie podrá negar que Beastie Boys es ese referente para el hip-hop, el grupo que es capaz de poner de acuerdo a seguidores y detractores de la rima a base de álbumes adictivos, rabiosamente efectivos y únicos en todas sus facetas.
Mantener la frescura cuando llevas un cuarto de siglo con el micrófono en la mano no es fácil,(fecha de formación 1982), pero ese es el punto que diferencia a los grandes del resto. Con Hot Sauce Committee Pt. 2 (por ahora no existe una primera parte por lo que se desprende que es solo una humorada el nombre), el trío puso fin a un periodo particularmente difícil, pues durante estos años Adam Yauch había tenido que enfrentarse a la terrible lucha que supone el cáncer, sin embargo hasta el 2011, fecha de publicación de este álbum no abandonó el proyecto, pudiéndose considerar un trabajo póstumo debido a la muerte que lo alcanzó hace algunos meses. 

The Mix-Up, el trabajo que antecede a este álbum es enteramente instrumental con unos resultados sorprendentemente positivos. Cuatro años después de tan majadera maravilla, los neoyorquinos retoman su fórmula habitual, ésa que parece no desgastarse por más tiempo que lleven usándola, y con la que vuelven a brindarnos un álbum de escucha obligatoria.

Muchas veces tendemos a infravalorar la música divertida, considerándola menos digna o elaborada que la triste. Beastie Boys nos demuestran una vez más lo errado de ese pensamiento, pues su último disco viene plagado de canciones irresistiblemente jocosas.

Si buscas algo nuevo por su parte en Hot Sauce Committe Part. 2 están muy equivocados, pues nada de lo que muestran aquí difiere de lo mostrado en sus siete discos previos. Variedad en las bases, picantes y calientes letras y algún que otro invitado bien traído para aportar una nota de color adicional. Si algo funciona…

La mezcla de géneros con el rap como eje central se vuelve a hacer patente, dando cabida al rock (‘Say it’, ‘Lee Majors Comes Again’), al reggae (‘Don’t Play No Game That I Can’t Win’) o a su eternamente reverenciado funk (‘Funky Donkey’). Tampoco se olvidan de su último esfuerzo y nos ofrecen la rimbombante ‘Multilateral Nuclear Disarmament’ como representante instrumental. Tanta variedad está bastante bien llevada, y a pesar de los constantes cambios de registro consiguen que sus señas de identidad se mantengan por encima de los vaivenes.

Con dieciséis cortes, que en la práctica se convierten en trece temas si descontamos interludios y la prescindible pista final, los cuarenta y cuatro minutos de álbum están bastante bien medidos. La dosis exacta de Beastie Boys que necesitábamos después de tantos años de dudas y retrasos. Temas como los anteriormente mencionados, junto a otros como ‘Too Many Rappers’ o ‘Here’s a Little Something for Ya’, demuestran que a pesar de la edad este trío calavera todavía tiene mucha marcha en las venas y ganas de contagiarnos con ella.

No todo el álbum es igual de brillante, y cortes como ‘Nonstop Disco Powerpack’ o la experimental ‘Tadlock’s Glasses’ pueden despertar algún bostezo. Pero el daño que hacen al conjunto no es tanto como para impedir que Hot Sauce Committee Pt. 2 se gane meritoriamente su puesto en la discografía del grupo, y de paso también en nuestras colecciones particulares. Da igual si te gusta el hip-hop o si eres incapaz de citar un solo rapero; lo de Beastie Boys es de interés público.

Blogs de tendencia, musical, gustos poéticos, literatura , música, cine y otros.

El Viento de los Locos [Jorge Teillier]

                               
Sopla el viento por las calles.
El viento de los locos.
El viento de los locos.
Las brujas
hacen que enciendas fuego en la chimenea
al mediodía del pleno verano,
los niños descalzos abandonan en el atajo sus morrales de piel
de conejo
y no volverán más a la escuela.
Tú ya no distingues una garza de un halcón.

Esta noche
sopla el viento norte, el viento de los locos
y tú recuerdas a las bellas de otros días
que ahora se pasean insomnes
por los corredores de tristes pensiones
sin siquiera pensar en hacer el amor:
María, Ana María, Mariana, María Antonia.

Nadie te va a mostrar cómo florece la higuera.
Ninguna niña te llevará de la mano
para que despiertes junto a las pimpinelas.
Nadie puede ayudarte:
ni el canto de los escarabajos ni la brújula de los girasoles.
El viento te lleva a una isla desierta
donde nunca llegará un arca ni construirás una canoa.

Sopla el viento de los locos
y hace que tu cerebro se llene de agujeros
por donde entra el vino
que te hace soñar en trenes de los cuales eres el único pasajero
que parte hacia lugares
donde cuchillos y tijeras trabajan todo el día en tu corazón.
Blogs de tendencia, musical, gustos poéticos, literatura , música, cine.

FAITH NO MORE - CAFFEINE [LIVE] subtitulado español


Del disco Angel Dust uno de los mejores álbumes de Faith No More , el corte Caffeine.