lunes, 29 de marzo de 2010

Un poema de urbe grande

Monja en el Subway

Enrique Lihn


Refractaria a lo que se llama la vida, el material de la suya
se limita a la duración en este mundo que no la provoca
a nada, y vive pues en el amor de Dios
allí donde hacen hora los ángeles terrenales.
los ojos pálidos del color de esa llama que la fascina
fría en el subway, miran lo que no ven pero lo hacen
con indiferencia boreal
sin imaginar que esas imágenes son su ceguera.
obedece alas ordenes de Dios
seguramente con probada eficacia:
no es una reclusa sino una hija (por lejana que parezca)
de América , y , por lo tanto
no se trata de un cuerpo astral
movilizado sin ninguna razón
se trata de una pieza de relojería
y como tal ¿ no depende de ella quizá
el funcionamiento de todo Manhattan?
su seguridad en sí misma parece probarlo
el flujo de este mundo de fermentaciones y violencia
necesita de algo que no lo necesite
y eso, alo mejor, se le parece íntimamente
llama fría en un vaso de escarcha
hermana de la caridad organizada
pequeña forma de nada que toma al cristalizar
la ráfaga.
Ella que no germinó ni se despliega y que morirá
extenuada, del temor de apagarse.

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